Sus ojos reposaban en aquel joven que yacía acostado en el pavimento humedecido por la lluvia mientras que sus manos temblaban, ella no entendía si esta reacción era de frío o de temor. El joven no se movía y jamás se movió, hasta que se acercó la ruidosa sirena y unos hombres se le acercaron para cubrirle como si fuera un traje de gala.
De pronto, dos lágrimas cayeron de sus oscuros ojos y rodaron por sus mejillas hasta caer sobre sus heladas y trémulas manos que sostenían el paraguas que la cubría de la lluvia.
Todo había sucedido cinco minutos antes, cuando el muchacho por medio de una sonrisa le hizo saber todo lo que por ella él sentía. Quedó debastada, para ella el amor era la peor pesadilla -por amor, él le dio su corazón, para que el de ella no dejara de latir- susurró la joven entre suspiros, refiriéndose a sus progenitores. Entonces él entendió... entendió que corazón más roto que el de ella jamás habría y así fue como, abatido y por sobre todo muy distraído, se fue. Llegó a la avenida en frente de la universidad y la cruzó sin quitar la vista del suelo, sin darse cuenta de que la luz roja seguía ahí.
-por amor, él cayó, sin volverse a levantar.- fue lo último que ella dijo antes de irse.
