viernes, 10 de abril de 2009

Dos docenas no siempre son veinticuatro

Mr. Wood no dejaba de aparecerse ante sus ojos cada noche antes de que el reloj tocara las doce. Se dejaba ver por ella, sólo por ella. Es que no lo entendía, aunque estuviera muerto el aún sentía, aunque su corazón había dejado de palpitar, sentía que se agitaba y aunque había dejado de respirar, sentía que su aliento se aceleraba.
Sólo ocurría cuando le veía y cada vez que ella le regalaba una sonrisa, luego de decirle "Buenas Noches"...

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