martes, 7 de abril de 2009

La envidia se apoderó de ella. Cogió el cuchillo y el llanto rojo y brillante apareció.
Su piel se tornó pálida y sin vida; y la melodía eterna dejó de serlo.

El reloj se detuvo y la luz se apagó. Lo único que era posible captar por los sentidos era el sonido de una sirena aproximándose.

Uno

Dos

Tres

Uno

Dos

Tres

Se arrepintió

Uno

Dos

Tres

Uno

Do... demasiado tarde.

No hay comentarios: