Sobre teorías;

Uno de mis pasatiempos favoritos es filosofar, aunque no como "lo que es, es; y lo que no es, no es", "nadie puede bañarse dos veces en el mismo río" (aunque disfruto bastante de las explicaciones filosóficas, aunque a veces se enredan mucho... como en ese texto de la prueba de filosofía cuando explicaban las maneras positivas y negativas de distinguir lo real de la realidad, total que al final terminaban por anularse y siendo lo mismo, ese texto me dio risa... y rabia!). El otro día, hace bastantes otros días atrás, porque fue más bien hace como más de un mes... empecé a escribir un cuento, un cuento de una niña que se sentaba cada tarde a ver el atardecer, al principio sólo era una idea loca que se me había colado en las neuronas, pero a medida que fui escribiendo, me llovieron ideas extrañas y terminé por formar una teoría extraña acerca de lo que hay después de la vida que hasta ahora estoy más o menos como creyéndomela. ¿Quién lo diría?
En fin, sin más preámbulos, me gustaría exponerla a disposición de cualquiera que esté dispuesto a leerla...
Y aún así, al ponerlo a voluntad de cada quien, me gustaría pedirle a quien ojée este blog, que POR FAVOR SE DEDIQUE UN MINUTO DE SU TIEMPO A LEER Y A COMENTAR CON SU OPINIÓN. Nunca pido que comenten, pero me gustaría conocer otras opiniones.


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SIN TÍTULO.-

Desde la sombra de un árbol desnudo en otoño, ella observa cada tarde el crepúsculo esperando que algo suceda, pero siempre es igual. Parece tan monótono después de haberlo visto tantas veces... sin embargo aún no deja de fascinarle la belleza de ese último rayo de sol que baña la copa de los árboles perennes y el como se desvanesce el sol tras las incesantes pero tranquilas olas del océano.
Le produce un sosiego interior tan enorme como el universo mismo que se libera de tan pequeño recipiente mediante sucesivos supiros.
- Ojalá - Dice ella cada vez que ve la primera estrella que aparece en el cielo una vez que se ha despedido de tan destellante luz. - Ojalá, algún día, cuando llegue mi turno...
Había sacado sus propias conclusiones de tanto ver el cielo. Todos los días, las primeras estrellas en aparecer eran diferentes - y eso sólo era posible notarlo cuando pasas días viendo cómo estas aparecen -, aquellas estrellas eran las personas a quienes los ángeles habían ido a reclutar, pues necesitaban de una nueva energía para encender la noche cada día que pasaba... y así es como el ciclo seguía.
La noche era encendida por el espíritu y la energía de cada persona y de esta dependía el ritmo que llevase la noche, por eso siempre elegían a los más dulces para esta labor. También necesitaban gente que la apagara y para esto habían elegido a los más amargos, a quienes cuyas almas se hubiesen oscurecido antes de formar parte de este universo... Así era como lograban hacer aparecer al Sol nuevamente, con ese mismo baño de calor de cada tarde, pero que en vez de desaparecer, cubría cada esquina en silencio.
- ¿Cuán brillante y de qué color seré? - A veces se preguntaba en silencio al ver tantas maravillosas estrellas que no dejaban de centellear en la inmensidad del infinito...
Cada estrella era un alma, cada color una energía diferente, cada magnitud una energía...
- El universo es el cielo que buscamos...
Una estrella fugaz era un alma perdida... de aquellas que son imposibles de recuperar, como un ángel caído, pero no tan maravilloso, era una persona que incluso después de haber conocido la Eternidad, había perdido aquella magia llamada esperanza. Una Super Nova era aquella alma atormentada que ni la Eternidad fue capaz de salvar...
Pero ella lo sabía, ella había descubierto el secreto del Universo, y eso la convertía en la estrella con el vislumbre más feroz que hubo alguna vez, a pesar de que ella aún seguía ahí, con los pies en el suelo, era posible ver cómo la luz hacía brillar a su espíritu como a ningún otro... Por eso es que jamás, por más monótono que parecía... jamás, dejó de mirar en cada ocaso, el cómo aparecía cada nueva estrella en el nuevo cielo de cada noche...